-¿Saber qué?
-Que alguna vez fuiste feliz conmigo
A la mañana siguiente me desperté sobre mi cama con el vestido de la noche anterior.
Llevaba un par de copas de más. Lo admito. Y con la mezcla, sueño y alcohol, no sale nada bueno.
Tenía el rímel completamente corrido, y el pelo absolutamente alborotado.
Me levanté con los pies muy doloridos, pues dormí toda la noche con los tacones de veinte centímetros.
Fui a la cocina, y me preparé un café bien cargado, acompañado por un par de pastillas para el dolor de cuerpo y de cabeza.
Me senté sobre la encimera, recordando lo que había sucedido la noche anterior con James.
No es habitual esto en mí. Nunca me lío en la primera cita.
Cuando terminé de tomarme el café, fui a la ducha. Realmente, necesitaba despejarme, del tormentoso día que tuve ayer.
Mi planning de hoy sería ir de tiendas con Helenna. Nada mejor que una mañana de compras.
Cogí mi iPhone, pero lo cierto es que estaba sin batería, por lo que tuve que ponerlo a cargar.
Mientras tanto, utilizaría el fijo.
Helenna lo cogió de inmediato, y obviamente aceptó encantada mi tentadora propuesta de ir de compras.
Fui hacia el vestidor, mi parte favorita de la casa, como ya sabéis. Cogí un vestido de Oscar de La Renta de color blanco con un cinturón ancho negro, abrochado a la cintura.
Al terminar de maquillarme, me dirigí hacia la mesilla de noche donde estaba mi móvil.
No estaba totalmente cargado, pero daría para un par de llamadas.
Apreté el botón de encender… Nada más iluminarse la pantalla, se abrió directamente la bandeja de entrada de sms.
Un nuevo mensaje de voz reposaba en el buzón.
“Esto…soy yo, Ryan… Creo que no he llegado a tiempo a la fiesta, debido al tráfico. He preguntado por ti, pero te habías ido… Llámame cuando tengas hueco”
Miré a qué hora había recibido el sms. A las doce, un cuarto de hora después de irme.
Al escuchar este nuevo mensaje, me arrepentí por completo del desenfreno de la noche anterior.
Maldije, al menos treinta veces, el par de copas que me había zumbado la noche anterior.
Estuve dándole vueltas al asunto, hasta que llegué a una conclusión.
Hablaría con él, solucionaríamos las cosas de una vez por todas, y fin del problema.
Llamé a Helenna, para informarle de la cancelación de nuestro plan. Por suerte, todavía no había salido de su casa.
-¿Seguro que no te importa?- le pregunté, con tono de disculpa.
-¡Por supuesto que no! Eso sí. No dejéis ningún cabo suelto.
-Lo intentaré- respondí con una risa.
-¡No lo intentes! ¡Hazlo!-bromeó.
Nada más colgar, marqué el número de Ryan.
Desafortunadamente, no parecía llevar el móvil consigo, por lo que le dejé un mensaje de voz.
“Soy Angelica… He escuchado tu sms ahora mismo, y…Bueno, al grano. Tenemos que hablar. Quiero solucionar todo esto que está pasando. Llámame, por favor”
Unos diez minutos más tarde, mi iPhone comenzó a sonar en mi cuarto. Corrí a cogerlo, pensando que quién estaría al otro lado del auricular, sería Ryan. Pero de nuevo, y como siempre, estaba equivocada.
-¿Sí?-pregunté.
-¿Angelica? Soy James. James McLahan. ¿Me recuerdas?- preguntó con un tono chistoso.
-¡Por supuesto!- reí y él me acompaño con otra risa.
-¿Cómo vas?
-Bien. Bueno, no me puedo quejar- rió- Oye… En cuanto a lo de anoche…
-¡Sí, sí, lo entiendo! Yo también creo que deberíamos… conocernos mejor- me dijo él. Pura táctica de conquista, pero esta vez no caería en la trampa.
-Sí, mejor solo… solo como amigos- sentencié.
-Solo amigos- repitió mi frase con la intención de destacar el punto medio en el que se encontraba nuestra relación.
<> pensé.
Abrí un nuevo mensaje, destinado a Ryan.
“¿Nos vemos en el Plaza?”
No pasó ni siquiera cinco minutos, cuando recibí otro sms de respuesta, en el que resaltaba un:
“OK”
+LL.
El taxi me dejó en la puerta de mi edificio.
Saludé al portero de la forma más natural posible, aunque creo que percibió en mí algo distinto, pues me estrujó con la mirada hasta que entré en el ascensor.
-¡Por fin en casa!- me dije a mí misma.
-¡Eso digo yo! ¡Llevo dos horas esperando que llegases!- Helenna saltó del sofá, y se abalanzó a mis brazos.
-¡¿Qué…qué haces aquí?!- la apretujé aún más.
-¡Angie! ¡No puedo respirar!- me dijo con una mueca graciosa.
No pude evitar reírme ante aquel comentario, y realmente lo necesitaba, después del día que llevaba.
-Voy a preparar café, nos sentamos y me lo cuentas todo-le dije.
-Espera, te ayudo- y me siguió hasta la cocina.
El sol entraba por la ventana de la cocina, y daba un aspecto cálido.
-Pásame la cafetera- le pedí.
-Bueno, ¿qué me cuentas? ¿Cómo está Ryan?- se acercó a mí, y me entregó la cafetera.
Agaché la cabeza, en signo de no querer hablar del tema.
-¿Qué? ¿He dicho algo que te moleste?- se sentó sobre la encimera, y me levantó la cabeza con la mano, de tal forma que mis ojos miraban fijamente a su cara.- Cuenta…
-No… No quiero hablar de eso- dije apartando la vista.
-¡Si no me lo cuentas a mí, ¿entonces a quién?!- protestó.
-Tienes razón…Pero preparemos el café antes- me sonrió e hizo una afirmación con la cabeza.
Nos sentamos en el mullido y confortable sofá del salón, con nuestros respectivos cafés en la mano, y le conté todo sobre el enorme agujero negro que nos separaba a Ryan y a mí. Ese agujero tenía el nombre de Mikaela.
-Realmente me he quedado de hielo, cuando me has contado lo que os ha pasado a Ryan y a ti…Pero, afortunadamente, estás de suerte- la miré con cara extrañada-Verás, esta noche Louis Betta da una fiesta en la azotea de su edificio del Upper East Side, y desde luego la gente vip no faltará… Así que, ¿por qué no llamas a Ryan?... Le invitas, habláis, os dais un abrazo y todo solucionado. ¿No te parece buena idea?
Sinceramente, no tenía mucha fe en el plan trazado por Helenna, pero por algo debía empezar… ¿No?
En cuanto terminamos de tomar nuestros cafés, saltamos a la calle para atracar todas las tiendas de moda de Manhattan. ¿Nuestras armas? Tarjetas de crédito al máximo de carga.
Me compré un vestido magnífico de color negro en una tienda de Marc Jacobs, y después unos tacones de Lanvin, que resaltaban aún más, el espléndido conjunto.
Mientras Helenna daba saltos y hacia señales inútiles desde la acera para que un taxi parase, yo escribía un sms con destino “Ryan”:
“Louis Betta da una fiesta esta noche en el Upper East Side… ¿Vendrías? Besos”
El mensaje me quedó bastante soso, pero no quería extenderme demasiado, por si cometía algún error.
Helenna llegó sobre las nueve a recogerme en una limusina negra y elegantísima.
-Cortesía del señor Louis Betta- me informó Helenna nada más abrir la puerta del coche- Por cierto… Estás brillante… ¿Qué vas a buscar novio o a recuperar el que tenias antes?
Dos focos de luces iluminaban el rascacielos donde se llevaría a cabo la fiesta.
El portero comprobó nuestros nombres en la lista, y nos permitió pasar.
Por suerte, el edificio contaba con numerosos ascensores. De no ser así, habría habido una cola larguísima.
La azotea tenía una decoración veraniega, a pesar de encontrarnos en medio de la primavera.
-Voy a saludar a un grupo de amigos, ¿vienes?- me preguntó Helenna.
-No, no… Te espero aquí- le contesté.
-¿Seguro?
-Seguro. Mis pies están fijados con cemento- me sonrió.
-No tardo- se escurrió entre la gente, y la perdí de vista.
Me sentía como una rotonda. Todo el mundo estaba circulando a mí alrededor con copas en la mano, y yo plantada allí.
Saqué mi iPhone de la cartera, con el fin de revisar algún nuevo sms. Pero nada. Cero mensajes, cero respuestas de Ryan.
Pasó un camarero con una bandeja cargada de copas, y aproveché para coger una.
Me deslicé como pude entre la gente, hasta llegar a la barandilla.
Me apoyé, y me dediqué a observar el juego de luces que flotaban por todo Manhattan.
Una fina brisa me acarició, y en cierto modo recordé aquella noche, en que Ryan me llevó a la azotea de su edificio.
De pronto alguien me tocó en el hombro.
-¡Llevo buscándote durante diez minutos!- era Helenna.
-Lo siento… Me estaba agobiando estar entre tanta gente. Me sentía como un pescado enlatado- reímos.
-¡No te muevas de aquí, ¿vale?! Voy al baño- me informó ella.
-¡Vale, vale!- le contesté con una sonrisa.
Volví a quedarme sola.
Al cabo de unos diez minutos, alguien me volvió a tocar en el hombro.
Me di media vuelta, pensando que quién me había tocado el hombro era Helenna u otra persona más importante. Pero no.
-Perdone, ¿le conozco?- le pregunté con una sonrisa. Sus ojos verdes hacían juego con su pelo castaño, y su bonita sonrisa.
-No, o por lo menos eso creo- contestó con otra sonrisa- Pero yo a usted sí… Creo haberla visto en un desfile en Diciembre del año pasado, mmm… ¿Victoria´s Secret?
-¡Sí!- le tendí la mano- Soy Angelica Blumworth.
- James McLahan. Un placer- me estrechó la mano.
Se apoyó sobre la barandilla, junto a mí, y le dio un sorbo a su copa de champán.
-Bonitas vistas- me miró y sonrió- ¿No te parece?
-¡Estoy completamente de acuerdo contigo!
En ese momento Helenna llegó del baño y se sorprendió de verme acompañada, y nunca mejor dicho, acompañada de alguien como el que estaba a mí lado.
-Helenna, James McLahan… James, Helenna Fritz- hice sendas presentaciones y ambos se estrecharon la mano.
-Encantada- dijo Helenna, mirándole con cara atontada.
-Lo mismo digo- respondió James.
-Si me disculpáis, tengo que saludar a unos amigos. Así que…-nos informó Helenna, con la excusa de dejarnos solos de nuevo.
-No importa, puedes marcharte… Estaré bien- le contesté yo.
-¡Y aun estará mejor, porque yo estaré con ella!- añadió él como chiste.
-¡No lo pongo en duda!- le sonrió Helenna. Hizo un gesto de despedida con la mano bastante cursi, y se marchó.
La suave brisa seguía fluyendo por el aire, y daba un aspecto agradable al lugar.
-Oye, ¿te apetecería venir a dar una vuelta conmigo?- me preguntó.
Miré a mí alrededor, por si las moscas, en el último instante, Ryan hubiese cambiado de idea y hubiese venido. Pero definitivamente, no había rastro de él por ningún rincón de la fiesta.
-¿Por qué no?
Cogimos el ascensor que nos bajó desde la planta 40 al hall del edificio.
Paseamos a lo largo de la Segunda Avenida, y nos desviamos hacia Pier 17.
Las luces de las farolas, junto a las luces de los coches que pasaban a gran velocidad, iluminaban aquella noche tan cálida.
Nos sentamos en un banco para charlar y conocernos un poco. Lo cierto es que me cayó realmente bien.
Nuestra conversación estaba plagada de chistes y carcajadas sin parar. Entre esto, él me dio su número de teléfono, por si algún día estaba libre, llamarle.
Serían las 2:00 de la madrugada cuando decidimos regresar a casa.
Conseguimos hacer parar un taxi, después de estar haciendo señales durante diez minutos.
Llegamos frente a mi edificio.
Bajé del taxi, después de haberme despedido de James, con un ridículo apretón de manos.
-¿Puede esperar un momento?- escuché a James decirle al taxista.
-¡Oiga! ¡No tengo toda la noche!- se quejó el conductor.
-¡Cinco minutos!
-¡Está bien!- accedió- ¡Pero el taxímetro seguirá subiendo!
James saltó del taxi, y me detuvo antes de entrar en el portal.
-¡Angelica!- me agarró de los brazos, me acercó a él, de forma que su costado chocaba con el mío, y me besó- ¡Lo sie…siento…mucho! ¡Ha sido un…impulso, y…!
No dejé que terminase la frase, pues me volví a acercar a él, y le besé.
Fue un impulso, al que no pude renunciar. Pero ahora que no estaba enganchada a nadie, ¿quién me lo prohibía?
Me desperté con la cara aplastada en uno de los mullidos cojines, con los que me acosté por la noche.
Recordé lo sucedido la noche anterior, lo cual me pareció haber pasado hace una eternidad.
Mientras me preparaba un ligero desayuno, sonó mi iPhone en mi habitación.
Solté la cafetera, y corrí hacia la mesilla de noche donde se encontraba mi móvil.
-¡Ryan!
-¿Cómo van tus nauseas?- me preguntó él serio, pero no tanto como el día anterior.
-Mis, ¿qué?... ¡Ah, sí, sí!..Bueno…tirando.
-Oye… Tenemos que hablar- me dijo sin variar de tono.
-¡Por supuesto! ¿Dónde nos vemos?- le pregunté.
-¿El Starbucks de la 57, te parece?- propuso él.
-¡Ok! Te veo luego.
Por fin el día comenzaba a sonreírme. Podría resolver la discusión que tuvimos Ryan y yo en el parque. Obviamente, no le comentaría nada de lo sucedido con Nick Adams.
Me puse un vestido de Fendi divino, combinado con unos tacones Louis Vuitton de su nueva temporada.
Estaba impaciente por hacer las paces con Ryan, saltar a sus brazos y darle un beso.
Debía pensar al detalle todas y cada una de las palabras que le diría, con la intención de no acabar mal.
Bajé a la calle y mi taxi paró delante de mí.
-Al Starbucks de la 57, por favor- le indiqué al taxista.
El taxi me dejó en la puerta de la cafetería, y a través del cristal vi a Ryan, quién parecía muy concentrado en su Blackberry, pues no le quitaba la vista de encima.
Entré y me dirigí hacia la mesa.
-¡Hola!- le saludé efusivamente- ¡Antes de que digas nada, quiero que sepas que lo siento muchísimo por contestarte ayer de esa forma! Pero te he de decir que no hubiese sido una buena compañía ayer… Ya sabes levantarte para potar cada cinco minutos no es muy agradable.
En ese momento despegó la vista del móvil.
-Si estabas en casa… ¿Puedes explicar esto?- me plantó la pantalla de la Blackberry entre ojo y ojo… -¡¡DIOS MÍO!! ¿Cómo podía tener aquella foto?- ¿Qué hacías anoche con este tío?
-¡Ryan… yo…! ¡No es lo que parece!- puse por excusa.
-¡¡ENTONCES QUÉ ES!! ¡¡EXPLÍCAMELO, PORQUE NO LO ENTIENDO!!-un par de señoras se cambiaron de mesa, ante el inesperado y violento que había dado nuestra conversación.
-¡Esto es un error! ¡No es lo que pasó!- estaba tan nerviosa que no sabía que estaba diciendo realmente.
-¡¡No soy idiota, Angelica!!- se levantó dando un puñetazo en la mesa, que hizo que su café se derramara y cayera un poco sobre mi vestido- ¡¡CÓMO CREES QUE ME SENTÍ AL RECIBIR UNA FOTO TUYA LIÁNDOTE CON ESTE TÍO!! ¡¡¿EH?!!
-¡VALE! ¡Te mentí! ¡Pero…!-contesté cabreada, pero inmediatamente me dejó cortada.
-Es suficiente…- dejó 20$ sobre la mesa, apartó la silla de forma violenta y se marchó.
No me había parado a pensar que nuestro encuentro podría acabar peor que el del día anterior. No sé como lo hago, pero siempre me equivoco con lo que decido hacer.
Salí de la cafetería. Aquel brillante y soleado día, se convertía en mi cabeza, en un día nublado y con nubes que amenazaban tormenta. No podía creer lo que había pasado.
Me monté en un taxi, y mientras le decía al taxista hacia donde, recibí un sms.
Era la foto que Ryan me había enseñado en su Blackberry.
Y abajo una dedicatoria:
“Con amor y cariño. Creo que esto es tuyo…Besitos. Mikaela Bessey”
Definitivamente, yo había quedado completamente mal parada, pero lo que ella no se imagina es que la parte de las guerras que más me gusta, es el contraataque.
La música, la buena música, lo es porque habla de grandes emociones desde un lenguaje puramente bello. No podemos valorar en términos objetivos lo que es la belleza, esta simplemente se manifiesta, y nosotros la detectamos, es así. ¿Por qué esta canción es tan bella? Pues no lo sé, lo es, y punto. Escuchamos una canción, un sonido, y algo se activa en nuestro cerebro, un proceso químico que nos despierta algo en nuestro sistema neurológico y que provoca esas sensaciones y emociones. Pero hace falta algo más para llegar a lo más profundo del alma. Hace falta algo más para golpear y cambiar conciencias. Hace falta haber sufrido y vivido mucho, y saber traducir ese puto dolor y tristeza en acordes, notas y estribillos. Y es esa estimulación de sentimientos, esa especie de conexión espiritual entre el fan y el artista, lo que convierte a la música en un medio de expresión de un poder tan devastador y absoluto, y también, por qué no decirlo, lo que establece la diferencia entre los mediocres y los más grandes.
Así pues llenamos nuestra memoria con recuerdos, y los acompañamos de bandas sonoras, de letras y melodías que son las que nos acompañan durante toda nuestra vida. Y cuando llega el momento de verte cara a cara con los que han escrito la banda sonora de tu vida, ese momento, joder, es indescriptible. Es imposible contener la emoción porque hay mucho por lo que agradecerles. Estoy convencido de que muchos de ellos no saben ni por asomo lo felices que han hecho a muchísima gente. Todas las veces que he llorado escuchando una canción no lo hice por la emoción, lloré por algo mucho más profundo e inexplicable. Algo que conectó con mis entrañas, directamente a las vísceras, y me arrancó tantas cosas de dentro, tantos recuerdos, tanto sufrimiento, tanta melancolía, tanta energía, TANTO…
A veces pienso que esto solo me pasa a mí, que soy como muy sensible y le doy mucha trascendencia a las cosas, pero entonces es cuando vas a un concierto de tal y de cual y ves a miles de personas sintiendo lo mismo que tú, y entonces es cuando comprendes que no hay lenguaje más universal que el de la música.
"En una profunda y soleada tarde de verano, una bonita puesta de sol me ayudó a recordar viejos tiempos, en los que yo era pequeña, rubia de tirabuzones y en los que era feliz con una simple cuchara; aquellos maravillosos 70 en lo que había crecido se habían ya desvanecido en este nuevo siglo, ¡Sí! Aquellos años eran magníficos, divertidos sensuales cariñosos y acogedores, ahora eso ya se fue y necesito seguir la nueva vida que llevo pero si daría pero volver a vivir allí y quedarme estancada en esa maravillosa y prodigiosa época…..''
9 de Octubre, Nueva York, 7:00h.
Me levante con el pelo completamente alborotado, pues me quede dormida con el moño del día anterior.
Agarre aquel vestido de Chanel, que únicamente me lo ponía para los días especiales, y hoy era uno de esos días.
Cogí los " Manolo" de color grisáceos, las llaves de mi loft y la gabardina gris de invierno, pues había comenzado el mal tiempo.
Nada mas bajar a la calle, alce la mano y un taxi apareció de repente de la nada. Seria porque le pagaba mensualmente para que me recogiese entre las 7:30 y las 9:00.
-A "Columbus Circle", por favor- rebusque en el bolso mi liosa agenda. Aquella Angelica que conocisteis hace dos años ha cambiado bastante en algunos aspectos.
Observe que todavía me faltaba comprar algunas cosillas, y también tenia que recargar mi tarjeta platino, pues la había fundido.
El taxista parecía haberse arreglado para la ocasión también, aunque el fuese un simple chofer. Todos los adornos que a diario colgaban de las ventanas y espejos del coche, habían desaparecido. La tapicería había sido limpiada, al igual que las alfombras.
Con todo esto, llegamos a tiempo. El taxista abrió mi puerta, como si yo fuera famosa o algo asi, pero no.
Camine un poco hasta llegar al " Trump Tower Hotel" donde se celebraba el aniversario de la revista mas prestigiosa de toda Nueva York, " Runway", para la que por cierto, trabajaba yo.
Resulta, que yo soy una artistucha de capa caída, que intenta alcanzar la cima de la resbalosa pirámide de la moda. Si, en efecto, así soy yo.
Pero por supuesto he llegado a realizar trabajillos en el terreno de la moda. Por ejemplo, el año pasado diseñe unas bragas sintéticas, pero no tuvieron mucha aprobación.
También he realizado algunos caminillos como modelo, y realizo numerosos anuncios de prestigiosas marca y algún que otro spot publicitario.
La fiesta estaba llena de gente famosa, de la talla de Michael Douglas, acompañado por su esposa Catherine Zeta-Jones, hasta Julia Roberts y Angelina Jolie.
Llegue hasta el estrado donde se encontraba la Sra Friden, actual directora. Su aspecto era arreglado y elegante, con su largo pelo de color dorado recogido en un sencillo moño.
-¡ Hola ! ¡ Me alegra verte de nuevo!- lo dudo :s
-Si, desaparecí durante un tiempo por asuntos personales. Pero ya estoy de vuelta, para retomar el trabajo.
-Emmm...Esto...Angelica - me llevo detrás de una columna donde nadie escuchaba- Resulta, que al marcharte, no podía dejar una plaza vacante, y menos en un puesto tan importante como el tuyo. Así que yo y los coordinadores de la revista, decidimos sustituirte por Sibyl.
-¡¿ Me esta despidiendo ?!- no podía disimular aquella mueca de incredulidad ante los nuevos hechos.
-Visto de ese modo...Si- las directoras de revistas neoyorquinas, se caracterizaban por su extremada sinceridad y por su inmenso poder para hacerte sentir como una pequeña cucaracha sin vida y ridiculizada.
-Pero no puede despedirme, me marche, como ya le he dicho, por motivos personales- cada vez estaba mas cabreada, tanto que si no fuera por mi reputación, le habría metido un ostiazo en toda la boca( quizás exagero un poco)
- Cariño, todo el mundo tenemos problemas personales, pero los solucionamos. Esta claro que tu trabajo no esta en " Runway", puesto que no puedes solucionar ni tus propios asuntos- me echo una mirada por encima del hombro- Si me disculpas tengo que saludar a nuestros invitados...Opps... Lo siento, quería decir " mis" invitados.
Se perdió entre el barullo de gente, y no la volví a ver en toda la noche.
Salí del edificio, y me senté en los escalones de la puerta principal, cuando de repente comenzó a llover. Pero no me importaba estropear mi elaborado peinado, o arruinar las dos horas de pedicura del día anterior. No había nada mejor para despejarse, que una lluvia fría.
Me quite los tacones y comencé a andar por la calle, bordeando " Central Park".
Cuando llegue al edificio de mi apartamento, el portero se quedo con la boca abierta, acostumbrado a otro tipo de aspecto sobre mi.
Entre en el ascensor y le dije de lejos:
-Una larga historia...
De madrugada recibí una llamada de Helenna. Ya había llegado.
-¡Hola! ¿Cómo estás?- le pregunté yo, con cierta efusividad, impropia para ese momento.
-Bueno…He venido todo el viaje dándole vueltas en la cabeza al asunto…Así que…- su tono de voz volvía a ser deprimente.- Ya te debes estar imaginado como lo estoy pasando.
-Ya, te comprendo...Oye, ¿y cuándo irás al hospital?
-Supongo que iré directamente, en cuanto me recojan. Michael ya está en la ciudad, así que vendrá a recogerme en su coche.
-Saluda a todos de mi parte ¿sí?- le pedí.- Y dale ánimos a tu padre.
-Lo haré- me aseguró. Hubo una breve pausa.- Buen hablamos en otro momento ¿vale?. Un beso. Te quiero. Adiós.
Nos despedimos y colgué.
El tiempo, no parecía mejorar. En la calle los pálidos y frágiles copos de nieve, se convirtieron en duras y peligrosas bolas de granizo.
Ryan decidió encender la chimenea. Nos sentamos en el sofá y comenzamos a charlar. Me encantaba estar con él. <
A la mañana siguiente, la lluvia caía de manera torrencial.
-Vamos despierta dormilón. Son las doce pasadas- él me agarró de la cintura y me puso encima suya.- Tanta energía tienes nada más empezar el día.
El me respondió con una de sus sonrisas, al mismo tiempo que se desperezaba. Acercó hacia mi su cara y me besó.
-Oye recuerdas que tenemos que ir a comprar las cosas para mañana. Ya sabes vienen tus padres, los míos, nuestros hermanos, sobrinos, y todo lo que conlleva la familia- le informé.
El, estaba sentado en la cama intentando ponerse los vaqueros.
-Si, ya he hecho la lista de la cena, ¿tienes tú la de los regalos?- me preguntó él.
-Sabes muy bien que no me gusta llevar las compras planificadas. Siempre voy a la aventura.-él se rió.
-En serio, estás loca.
-Tú me vuelves loca.- le dije con cierto tono de picardía.
En la calle, la gente iba de un lado para otro con las compras de último momento, al igual que nosotros dos.
Primero fuimos a Zabar´s, una excelente tienda de comida, donde compramos el salmón y el caviar para la cena, y nueces con azúcar cande, para el postre.
Después fuimos a FAO, donde por supuesto compramos todos los regalos para nuestros sobrinos. Seguro que les encantarían.
Hicimos una parada para almorzar, algo realmente importante, porque ahora comenzarían las compras importantes. Compramos un bolso para Christine , la novia de mi hermano, de Hermes. En Sack´s, le compramos a Grace, la madre de Ryan, un vestido impresionante de Armani. Le sentaría perfecta, a su estilosa silueta. Bueno, en fin, compramos sin parar.
Cuando teníamos casi totalmente completa la lista de regalos, bueno por llamarlo de algún modo “lista” a todas las cosas que habíamos comprado sobre la marcha, pasamos por un escaparate de Valentino.
-¡Oh dios mío!- grité, y pegué mi cara contra el cristal-¡ Ese vestido le encantaría a mamá! ¡Mira los detalles! ¡Es una maravilla!
-Oye, ¿no te importa que me quede fuera esperando? Sabes que tanta tienda acaba conmigo-me pidió él.
-¡Claro! Enseguida vuelvo.
El aroma de la tienda era como cuando llegas a un gran almacén de ropa nueva. Era un olor especial. Te enganchaba y no te soltaba hasta que no comprabas algo. Era tentador.
-¿Puedo ayudarla en algo, señorita?- me preguntó la dependienta. Era guapísima. Tenia la piel bronceada, y llevaba un traje ideal.
-Si, ¿me puede decir cuanto cuesta ese vestido del escaparate?- le dije señalando a aquella obra de arte.
-A ver, a ver-dijo a la vez que se acercaba a él- Saldría por unos 3025$.
-¡Me lo llevo!-le dije.
-Una elección realmente buena. Pero su precio hecha hacia atrás a muchos clientes.- me informó con una sonrisa.
-Me lo podría envolver para regalo, por favor- le pedí.
-Desde luego.
A través del escaparate, vi a Ryan. Pero a su lado había una chica que le abrazaba con fuerza. Era alta, prácticamente, mediría lo mismo que yo. Tenia el pelo castaño, e iba excesivamente pintada. Siempre he pensado que las naturales somos mucho más guapas.
-Aquí tiene- me dijo la dependienta, pero yo estaba en estado de shock. ¿Quien era esa?. Llevaba casi dos minutos agarrada a él- Señorita, ¿se encuentra bien?
Desperté de mi ensimismamiento.
-¡Oh que tonta! Si, perdone. Muchas gracias.- y cogí la bolsa.
-De nada. Que tenga un buen día.
-Y usted.
Salí de la tienda. Puse una de esas caras que significan “quiero respuestas”.
-¡Oh, nena!- ¡¡¿CÓMO?!! ¡¡Era mi imaginación, o ella estaba rodeándole la cintura con un brazo!! Desde luego, esperaba que fuese mi imaginación jugándome una mala pasada.- Ella es Mikaela Bessey. Nos conocimos hace unos dos años, ¿no?.
-¡Deja que me presente tonto!- y le puso una sonrisa.- Soy Mikaela.
Me tendió la mano y se la estreché con pocas ganas.
-Mikaela es una vieja amiga- me informó Ryan, sin embargo no era suficiente información. Quería averiguar más de ella.
-¿ Y de qué os conocéis Ryan y tú?- le pregunté para sonsacarle algo.
-Trabajamos en la misma agencia.
En ese momento, el móvil de Ryan sonó.
-Perdonar chicas, es importante.- y se retiró unos cuatro metros. Suficiente para no escucharnos.
-¿ Sabes? Ryan y yo estuvimos liados durante un tiempo. Es un verdadero cielo.- me restregó con cara de enterada, pero a la vez disimulando. Yo percibí ese gesto gracias a “piernas alambres”, quién los hacia a todas horas del día.
-Ya pero ahora está conmigo.- le dije yo. ¡¡Jodete!!
-Bueno, ya está.- en ese momento Ryan se interpuso en nuestra conversación- ¿De qué hablabais?
-De nada interesante- respondió Mikaela, y me dejó cortada. Y eso era algo que a mí no me hacia ninguna gracia.
-Cierto...No hablábamos de nada interesante- la secundé. Me lanzó una mirada desafiante, a la que yo respondí.
-Bueno Miky-¡¡¿ Cómo que “Miky”?!!- Vamos a terminar las compras para mañana. Te pediría que vinieses, pero sabes que es un coñazo.
-¡Que razón tienes! Nos vemos en el estudio, entonces.- y le dio un abrazo.
<
-Encantada de conocerte- y me volvió a tender la mano. Ese gesto fue el sello, que daría comienzo a la guerra entre las dos.
Cogí un taxi, que me llevó a casa.
Me puse un vestido de Ralph Lauren blanco de volantes, que me compré en unos grandes almacenes de Londres.
Cogí mi cartera de Gucci , a juego con el vestido, agarré las llaves, y una chaqueta torera de color gris, y salí a la calle.
La noche me parecía más solitaria y triste que nunca. Básicamente, porque Ryan no estaba conmigo, además, nuestra última conversación, no acabó en lo que usualmente se denomina “un final feliz”.
“No creo que sea una buena compañía para Nick esta noche” pensé. Pero, en fin, no podía romper el compromiso.
El taxi me dejó en la puerta de “Daniel”, el restaurante donde había quedado con Nick.
El local parecía bastante abarrotado, por lo que no pude ver si Nick estaba ya o no.
-Perdone. ¿El señor Adams está aquí?-le pregunté al maître.
-Umm…-miró la lista- Sí. Por favor, sígame.
Recorrimos los pasillos que se formaban las mesas, y llegamos hasta una pequeña mesa con un par de sillas, una frente a la otra, y un centro de flores con una vela.
Allí estaba Nick. Muy elegante como siempre.
Levantó la cabeza, y se levantó para retirarme la silla.
-Buenas noches. ¿Cómo estás?- me dio un beso en la mejilla.
-Bien. Gracias.
Pedimos la cena y retomamos nuestra conversación pendiente.
-Siempre me gustó esta ciudad. Sé que es realmente agobiante pero me encanta. Tuve una oferta de trabajo en una revista en la que trabajé aproximadamente un año, más o menos.
Después me despidieron…No me preguntes por qué. Yo tampoco lo sé.
Le conté el resto de mi trayectoria profesional.
Un camarero llegó con nuestra comida.
-Estás guapísima esta noche- me dijo. Sabía perfectamente que estaba echándome los cejos, pero yo le ignoré.
-¿Te gusta tú cena?-le pregunté, con propósito de cambiar de tema.
-¡Vamos, Angie! ¡Ya no somos niños chicos! ¡No te pongas difícil!-se estaba aproximando para intentar liarse conmigo, pero aparté la cara de forma instantánea.
-¡Nick, estoy con alguien!...Creo que esta cena ha sido un error- me levanté para marcharme.
-¡Angie! ¿Acaso te has olvidado de cómo te morías por mi culo cuando estábamos en primero?-Rió.esto ya era el colmo. Cogí mi bolso y me dirigí hacia la puerta. Pero él me detuvo.- ¡Lo siento!¡No he debido decir eso, perdóname! Por favor, quédate…Te prometo mantenerme al límite. Si no quieres nada, pues entonces nada.
Tuve que pensármelo, pero al final accedí a quedarme.
-Está bien. Me quedaré. Pero solo como amigos ¿de acuerdo?-hizo un gesto de aprobación-Voy un momento al servicio.
Los servicios estaban completamente vacíos. Saqué del bolso el colorete, y comencé a retocarme frente al enorme espejo que había colgado en la pared. De pronto, la puerta se abrió de forma brusca.
-¡¿Qué narices haces aquí?!-era Nick.
-¡No puedo resistirme! ¡No sabes como me pones!- se abalanzó sobre mí. Me rodeó con sus brazos, de tal forma que no podía soltarme. Comenzó a besarme por el cuello, y después en la boca.
La puerta se entreabrió.
-Lo siento, no sabía que estaba ocupado- y volvió a cerrar.
Conseguí liberar una de mis manos y le di un bofetón.
Se apartó de mí de inmediato.
Salí corriendo del baño. Al regresar por aquellos estrechos y agobiantes pasillos que se formaban entre las mesas choqué contra uno de los camareros y los platos se le cayeron al suelo.
-Lo siento muchísimo- me disculpé. No podía pararme. Nick venía detrás de mí. Me seguía.
Me monté en el primer taxi que vi. Desde la ventana vi a Nick gritando desde la acera mi nombre y haciendo gestos para que volviera.
Las calles estaban bastante vacías, debido a que era un día entre semana, y la gente tenía que madrugar para ir a trabajar al día siguiente.
Me llevó directamente a casa. Le di un billete de cien dólares, sin darme cuenta. Ese día fue el día de suerte del taxista, pues le dije que se quedase con la vuelta.
No podía creer lo que acababa de ocurrir. Y no podía desahogarme con Ryan, pues descubriría mi mentira y dejaría de confiar en mi o algo peor.
Decidí llamar a Helenna, pero desafortunadamente, no llevaba el móvil consigo.
Me tiré sobre la cama, y empecé a llorar. Era la única forma de desahogarme.
“¿Por qué me quedé?”- mi cabeza me daba vueltas, no sabía lo que estaba pasando. Todo fue tan rápido, que no recuerdo nada. Ni siquiera recuerdo la cara de la chica que entró al baño.
Estaba totalmente confusa.
“¿Realmente era ese Nick con el que me había encontrado en la calle la mañana de ese mismo día?”.
Nunca le había visto actuar de forma tan extraña. Ni siquiera cuando estaba conmigo, era tan violento.
Me metí entre las sábanas, y al cabo de una media hora, me quedé dormida.
Esa noche tuve muchas pesadillas, en las que Nick me perseguía y no paraba de gritar mi nombre. Fue una de las peores noches de toda mi vida.
Es primavera en la ciudad de las luces, y en el aire se huele el buen tiempo.
Tras pasar un par de semanas de descanso con mis padres en su casa de Londres, pensé que era hora de volver.
Desde mi apartamento, observaba de nuevo, el continuo barullo que recorría las calles de la ciudad.
Me preparé un café bien cargado, como ya sabéis que me gusta.
La noche anterior, había salido a cenar con Ryan. Como podéis imaginaros, estaba agotada.
Pero en fin, mi vida debía continuar
Me puse un vestido de color beige de Lanvin, con los tacones a juego de Dior.
Entre las calles se movía una suave brisa caliente, pero no pegajosa.
Esta mañana había recibido una llamada de Ryan, por lo que llevaba bastante prisa. Anoche no tuve suficiente tiempo para contarle todo lo que me ha pasado en Londres.
“Madison Avenue” estaba completamente saturada. Entre el gentío, me movía con velocidad, por lo que fue inevitable algún que otro codazo.
Estaba a punto de girar una esquina que enlazaba con la Quinta Avenida, cuando alguien chocó contra mí. Parecía no ser la única con prisa.
-¡Lo siento!- se disculpó él, mientras se agachaba a recoger mi bolso, pues se me había caído.
-¡No pasa nada! He sido yo. Tengo un poco de prisa- me disculpé con una sonrisa, aunque creo que no la vio porque seguía agachado.
-¡No, no, he sido yo!- insistió con otra sonrisa.
En ese momento, al levantarse para darme el bolso, percibí que examinaba cada una de mis facciones, como si me conociese de algo. Pero, lo cierto es que él también me resultaba familiar. En ese momento, me vino a la cabeza esa cara que yo conocía a la perfección.
-¡¿Nick?!¡¿Nick Adams?!-pregunté con curiosidad.
-Sí, así me llamo o eso creo-sonrió, al tiempo que estaría pensando de que le conocía.- Espera, espera… ¿Angelica Blumwort?
-¡¡Sí!!-salté hacia él para darle un abrazo. Supongo que fue un acto reflejo, causado por la emoción-¡Dios mío, cuanto has cambiado!
-¡Si, bueno, un par de operaciones siempre ayuda!- bromeó.
-¡Que coincidencia!¡Nos conocemos en Londres y nos encontramos en una de las ciudades más caóticas del mundo!- soltó una carcajada, y yo le acompañé.-¿Y qué haces por aquí?
-Mi padre, y no pienses que es enchufe- sonrió. Tenia una sonrisa realmente bonita.- tiene un bufete de abogados aquí, y desde Navidades trabajo aquí… ¿Y que es de ti?
En ese mismo instante, alguien me dio un toque al móvil. Era Ryan. Ya habría llegado.
-Oye, tengo que irme.- busqué en mi bolso- Toma. Es mi número. Llámame cuando tengas tiempo ¿vale?
-¡No dudes que lo haré!- me aseguró con una de sus sonrisas.
Nos despedimos, y comencé a andar. Apenas me había separado cinco metros de él, cuando recibía una llamada.
Era un número que no conocía.
-¿Diga?
-¿Qué te parece el restaurante “Daniel” a las diez?- era Nick, quien reía al otro lado del auricular.
Colgué el teléfono, me giré y le hice un gesto con la mano de: OK.
Tras el inesperado encuentro con Nick Adams, me dirigí hacia la cafetería en la que había quedado con Ryan. Él, como siempre, había llegado puntual.
-Siento el retraso-él estaba sentado. Tomé asiento y le besé.- Me he encontrado con un viejo amigo… Lo que hace el colegio.
-No te preocupes. Acabo de llegar.- parecía bastante serio.
-Esto… ¿Has pedido ya?- le pregunté para cambiar de tema.
-No, todavía no.
-¿Te pasa algo? No sé te veo muy serio- le pregunté.
-No, no es nada, cosas de trabajo. No te preocupes.
Pensé que no era el mejor momento para decirle que había quedado por la noche con una persona que hace muchos años atrás, estuvo liado conmigo. Quería evitar una escenita de celos.
Ya se me ocurriría algo.
El tentempié transcurrió sin ninguna novedad.
Fuimos a dar un paseo a Central Park, y a la hora del almuerzo, nos comimos un perrito, en uno de los puestos del parque.
Se hacia tarde, y debía marcharme a casa para arreglarme.
Pero no sabía que excusa ponerle a Ryan, para decirle que me tenía que marchar.
-Oye…Tengo que marcharme- tenía que pensar algo para excusarme.
-¿Por qué? ¿Te pasa algo?- se arrimó hacia mí y me envolvió entre sus brazos. Realmente, no me gustaba mentirle.
-Esto…Sí, me pasa algo...¡¡El perrito!!-fue lo primero que me vino a la cabeza.- ¡Sí, el perrito…me ha sentado mal! Tengo fatiga.
Esa excusa fue poco convincente. Sin embargo, pareció surtir efecto.
-Te acompañaré a casa- decidió.
-¡No, no, no, no!-insistí.- Me voy a ir directamente a la cama, así que no quiero aburrirte.
-¡Sabes perfectamente que no me importa! Vamos, pediré un taxi- me agarró del brazo para incorporarme.
-¡Ryan he dicho que no!- tuve que insistir de forma brusca para evitarle.
Me miró confuso como queriendo decir: ¿Qué narices te pasa?
-¡Vale!...¡Vale!- hizo un gesto, y se apartó de mí-¡Te dejo en paz!
Empezó a andar alejándose de mí.
-¡¡Lo siento, vale!! Solo estoy un poco nerviosa.
Se giró hacia mí. Por un momento pensé que vendría a darme un abrazo, pero no.
-Llámame cuando te sientas bien para hablar-dijo con seriedad. Se metió las manos en los bolsillos, y se marchó.
Os estaréis preguntando que está pasando con nuestra relación. Sinceramente, yo tampoco lo sé.