domingo, 27 de septiembre de 2009

5.Tienes un nuevo mensaje


A la mañana siguiente me desperté sobre mi cama con el vestido de la noche anterior.
Llevaba un par de copas de más. Lo admito. Y con la mezcla, sueño y alcohol, no sale nada bueno.
Tenía el rímel completamente corrido, y el pelo absolutamente alborotado.
Me levanté con los pies muy doloridos, pues dormí toda la noche con los tacones de veinte centímetros.

Fui a la cocina, y me preparé un café bien cargado, acompañado por un par de pastillas para el dolor de cuerpo y de cabeza.
Me senté sobre la encimera, recordando lo que había sucedido la noche anterior con James.
No es habitual esto en mí. Nunca me lío en la primera cita.
Cuando terminé de tomarme el café, fui a la ducha. Realmente, necesitaba despejarme, del tormentoso día que tuve ayer.
pensé mientras me echaba el champú en el pelo.
Mi planning de hoy sería ir de tiendas con Helenna. Nada mejor que una mañana de compras.

Cogí mi iPhone, pero lo cierto es que estaba sin batería, por lo que tuve que ponerlo a cargar.
Mientras tanto, utilizaría el fijo.
Helenna lo cogió de inmediato, y obviamente aceptó encantada mi tentadora propuesta de ir de compras.
Fui hacia el vestidor, mi parte favorita de la casa, como ya sabéis. Cogí un vestido de Oscar de La Renta de color blanco con un cinturón ancho negro, abrochado a la cintura.
Al terminar de maquillarme, me dirigí hacia la mesilla de noche donde estaba mi móvil.
No estaba totalmente cargado, pero daría para un par de llamadas.
Apreté el botón de encender… Nada más iluminarse la pantalla, se abrió directamente la bandeja de entrada de sms.
Un nuevo mensaje de voz reposaba en el buzón.
“Esto…soy yo, Ryan… Creo que no he llegado a tiempo a la fiesta, debido al tráfico. He preguntado por ti, pero te habías ido… Llámame cuando tengas hueco”

Miré a qué hora había recibido el sms. A las doce, un cuarto de hora después de irme.
Al escuchar este nuevo mensaje, me arrepentí por completo del desenfreno de la noche anterior.
Maldije, al menos treinta veces, el par de copas que me había zumbado la noche anterior.
pensé para mí misma, mientras me derrumbaba sobre la cama.
Estuve dándole vueltas al asunto, hasta que llegué a una conclusión.
Hablaría con él, solucionaríamos las cosas de una vez por todas, y fin del problema.

Llamé a Helenna, para informarle de la cancelación de nuestro plan. Por suerte, todavía no había salido de su casa.
-¿Seguro que no te importa?- le pregunté, con tono de disculpa.
-¡Por supuesto que no! Eso sí. No dejéis ningún cabo suelto.
-Lo intentaré- respondí con una risa.
-¡No lo intentes! ¡Hazlo!-bromeó.

Nada más colgar, marqué el número de Ryan.
Desafortunadamente, no parecía llevar el móvil consigo, por lo que le dejé un mensaje de voz.
“Soy Angelica… He escuchado tu sms ahora mismo, y…Bueno, al grano. Tenemos que hablar. Quiero solucionar todo esto que está pasando. Llámame, por favor”

Unos diez minutos más tarde, mi iPhone comenzó a sonar en mi cuarto. Corrí a cogerlo, pensando que quién estaría al otro lado del auricular, sería Ryan. Pero de nuevo, y como siempre, estaba equivocada.
-¿Sí?-pregunté.
-¿Angelica? Soy James. James McLahan. ¿Me recuerdas?- preguntó con un tono chistoso.
-¡Por supuesto!- reí y él me acompaño con otra risa.
-¿Cómo vas?
-Bien. Bueno, no me puedo quejar- rió- Oye… En cuanto a lo de anoche…
-¡Sí, sí, lo entiendo! Yo también creo que deberíamos… conocernos mejor- me dijo él. Pura táctica de conquista, pero esta vez no caería en la trampa.
-Sí, mejor solo… solo como amigos- sentencié.
-Solo amigos- repitió mi frase con la intención de destacar el punto medio en el que se encontraba nuestra relación.

<> pensé.
Abrí un nuevo mensaje, destinado a Ryan.
“¿Nos vemos en el Plaza?”
No pasó ni siquiera cinco minutos, cuando recibí otro sms de respuesta, en el que resaltaba un:
“OK”

+LL.

sábado, 12 de septiembre de 2009

4.Fiesta en el Upper East Side


El taxi me dejó en la puerta de mi edificio.
Saludé al portero de la forma más natural posible, aunque creo que percibió en mí algo distinto, pues me estrujó con la mirada hasta que entré en el ascensor.
-¡Por fin en casa!- me dije a mí misma.
-¡Eso digo yo! ¡Llevo dos horas esperando que llegases!- Helenna saltó del sofá, y se abalanzó a mis brazos.
-¡¿Qué…qué haces aquí?!- la apretujé aún más.
-¡Angie! ¡No puedo respirar!- me dijo con una mueca graciosa.

No pude evitar reírme ante aquel comentario, y realmente lo necesitaba, después del día que llevaba.
-Voy a preparar café, nos sentamos y me lo cuentas todo-le dije.
-Espera, te ayudo- y me siguió hasta la cocina.

El sol entraba por la ventana de la cocina, y daba un aspecto cálido.
-Pásame la cafetera- le pedí.
-Bueno, ¿qué me cuentas? ¿Cómo está Ryan?- se acercó a mí, y me entregó la cafetera.
Agaché la cabeza, en signo de no querer hablar del tema.
-¿Qué? ¿He dicho algo que te moleste?- se sentó sobre la encimera, y me levantó la cabeza con la mano, de tal forma que mis ojos miraban fijamente a su cara.- Cuenta…
-No… No quiero hablar de eso- dije apartando la vista.
-¡Si no me lo cuentas a mí, ¿entonces a quién?!- protestó.
-Tienes razón…Pero preparemos el café antes- me sonrió e hizo una afirmación con la cabeza.

Nos sentamos en el mullido y confortable sofá del salón, con nuestros respectivos cafés en la mano, y le conté todo sobre el enorme agujero negro que nos separaba a Ryan y a mí. Ese agujero tenía el nombre de Mikaela.
-Realmente me he quedado de hielo, cuando me has contado lo que os ha pasado a Ryan y a ti…Pero, afortunadamente, estás de suerte- la miré con cara extrañada-Verás, esta noche Louis Betta da una fiesta en la azotea de su edificio del Upper East Side, y desde luego la gente vip no faltará… Así que, ¿por qué no llamas a Ryan?... Le invitas, habláis, os dais un abrazo y todo solucionado. ¿No te parece buena idea?

Sinceramente, no tenía mucha fe en el plan trazado por Helenna, pero por algo debía empezar… ¿No?
En cuanto terminamos de tomar nuestros cafés, saltamos a la calle para atracar todas las tiendas de moda de Manhattan. ¿Nuestras armas? Tarjetas de crédito al máximo de carga.

Me compré un vestido magnífico de color negro en una tienda de Marc Jacobs, y después unos tacones de Lanvin, que resaltaban aún más, el espléndido conjunto.
pensé en mi interior.
Mientras Helenna daba saltos y hacia señales inútiles desde la acera para que un taxi parase, yo escribía un sms con destino “Ryan”:
“Louis Betta da una fiesta esta noche en el Upper East Side… ¿Vendrías? Besos”

El mensaje me quedó bastante soso, pero no quería extenderme demasiado, por si cometía algún error.

Helenna llegó sobre las nueve a recogerme en una limusina negra y elegantísima.
-Cortesía del señor Louis Betta- me informó Helenna nada más abrir la puerta del coche- Por cierto… Estás brillante… ¿Qué vas a buscar novio o a recuperar el que tenias antes?

Dos focos de luces iluminaban el rascacielos donde se llevaría a cabo la fiesta.
El portero comprobó nuestros nombres en la lista, y nos permitió pasar.
Por suerte, el edificio contaba con numerosos ascensores. De no ser así, habría habido una cola larguísima.

La azotea tenía una decoración veraniega, a pesar de encontrarnos en medio de la primavera.
-Voy a saludar a un grupo de amigos, ¿vienes?- me preguntó Helenna.
-No, no… Te espero aquí- le contesté.
-¿Seguro?
-Seguro. Mis pies están fijados con cemento- me sonrió.
-No tardo- se escurrió entre la gente, y la perdí de vista.

Me sentía como una rotonda. Todo el mundo estaba circulando a mí alrededor con copas en la mano, y yo plantada allí.
Saqué mi iPhone de la cartera, con el fin de revisar algún nuevo sms. Pero nada. Cero mensajes, cero respuestas de Ryan.
Pasó un camarero con una bandeja cargada de copas, y aproveché para coger una.
Me deslicé como pude entre la gente, hasta llegar a la barandilla.
imaginé en mi cabeza, pues apenas había gente.
Me apoyé, y me dediqué a observar el juego de luces que flotaban por todo Manhattan.
Una fina brisa me acarició, y en cierto modo recordé aquella noche, en que Ryan me llevó a la azotea de su edificio.
De pronto alguien me tocó en el hombro.
-¡Llevo buscándote durante diez minutos!- era Helenna.
-Lo siento… Me estaba agobiando estar entre tanta gente. Me sentía como un pescado enlatado- reímos.
-¡No te muevas de aquí, ¿vale?! Voy al baño- me informó ella.
-¡Vale, vale!- le contesté con una sonrisa.

Volví a quedarme sola.
Al cabo de unos diez minutos, alguien me volvió a tocar en el hombro.
Me di media vuelta, pensando que quién me había tocado el hombro era Helenna u otra persona más importante. Pero no.
-Perdone, ¿le conozco?- le pregunté con una sonrisa. Sus ojos verdes hacían juego con su pelo castaño, y su bonita sonrisa.
-No, o por lo menos eso creo- contestó con otra sonrisa- Pero yo a usted sí… Creo haberla visto en un desfile en Diciembre del año pasado, mmm… ¿Victoria´s Secret?
-¡Sí!- le tendí la mano- Soy Angelica Blumworth.
- James McLahan. Un placer- me estrechó la mano.
Se apoyó sobre la barandilla, junto a mí, y le dio un sorbo a su copa de champán.
-Bonitas vistas- me miró y sonrió- ¿No te parece?
-¡Estoy completamente de acuerdo contigo!
En ese momento Helenna llegó del baño y se sorprendió de verme acompañada, y nunca mejor dicho, acompañada de alguien como el que estaba a mí lado.
-Helenna, James McLahan… James, Helenna Fritz- hice sendas presentaciones y ambos se estrecharon la mano.
-Encantada- dijo Helenna, mirándole con cara atontada.
-Lo mismo digo- respondió James.
-Si me disculpáis, tengo que saludar a unos amigos. Así que…-nos informó Helenna, con la excusa de dejarnos solos de nuevo.
-No importa, puedes marcharte… Estaré bien- le contesté yo.
-¡Y aun estará mejor, porque yo estaré con ella!- añadió él como chiste.
-¡No lo pongo en duda!- le sonrió Helenna. Hizo un gesto de despedida con la mano bastante cursi, y se marchó.

La suave brisa seguía fluyendo por el aire, y daba un aspecto agradable al lugar.
-Oye, ¿te apetecería venir a dar una vuelta conmigo?- me preguntó.
Miré a mí alrededor, por si las moscas, en el último instante, Ryan hubiese cambiado de idea y hubiese venido. Pero definitivamente, no había rastro de él por ningún rincón de la fiesta.
-¿Por qué no?

Cogimos el ascensor que nos bajó desde la planta 40 al hall del edificio.
Paseamos a lo largo de la Segunda Avenida, y nos desviamos hacia Pier 17.
Las luces de las farolas, junto a las luces de los coches que pasaban a gran velocidad, iluminaban aquella noche tan cálida.
Nos sentamos en un banco para charlar y conocernos un poco. Lo cierto es que me cayó realmente bien.
Nuestra conversación estaba plagada de chistes y carcajadas sin parar. Entre esto, él me dio su número de teléfono, por si algún día estaba libre, llamarle.
Serían las 2:00 de la madrugada cuando decidimos regresar a casa.
Conseguimos hacer parar un taxi, después de estar haciendo señales durante diez minutos.
Llegamos frente a mi edificio.
Bajé del taxi, después de haberme despedido de James, con un ridículo apretón de manos.
-¿Puede esperar un momento?- escuché a James decirle al taxista.
-¡Oiga! ¡No tengo toda la noche!- se quejó el conductor.
-¡Cinco minutos!
-¡Está bien!- accedió- ¡Pero el taxímetro seguirá subiendo!

James saltó del taxi, y me detuvo antes de entrar en el portal.
-¡Angelica!- me agarró de los brazos, me acercó a él, de forma que su costado chocaba con el mío, y me besó- ¡Lo sie…siento…mucho! ¡Ha sido un…impulso, y…!
No dejé que terminase la frase, pues me volví a acercar a él, y le besé.

Fue un impulso, al que no pude renunciar. Pero ahora que no estaba enganchada a nadie, ¿quién me lo prohibía?

3. Una imagen vale mas que mil palabras..


Me desperté con la cara aplastada en uno de los mullidos cojines, con los que me acosté por la noche.
Recordé lo sucedido la noche anterior, lo cual me pareció haber pasado hace una eternidad.
Mientras me preparaba un ligero desayuno, sonó mi iPhone en mi habitación.
Solté la cafetera, y corrí hacia la mesilla de noche donde se encontraba mi móvil.
-¡Ryan!
-¿Cómo van tus nauseas?- me preguntó él serio, pero no tanto como el día anterior.
-Mis, ¿qué?... ¡Ah, sí, sí!..Bueno…tirando.
-Oye… Tenemos que hablar- me dijo sin variar de tono.
-¡Por supuesto! ¿Dónde nos vemos?- le pregunté.
-¿El Starbucks de la 57, te parece?- propuso él.
-¡Ok! Te veo luego.

Por fin el día comenzaba a sonreírme. Podría resolver la discusión que tuvimos Ryan y yo en el parque. Obviamente, no le comentaría nada de lo sucedido con Nick Adams.
Me puse un vestido de Fendi divino, combinado con unos tacones Louis Vuitton de su nueva temporada.
Estaba impaciente por hacer las paces con Ryan, saltar a sus brazos y darle un beso.
Debía pensar al detalle todas y cada una de las palabras que le diría, con la intención de no acabar mal.
Bajé a la calle y mi taxi paró delante de mí.
-Al Starbucks de la 57, por favor- le indiqué al taxista.

El taxi me dejó en la puerta de la cafetería, y a través del cristal vi a Ryan, quién parecía muy concentrado en su Blackberry, pues no le quitaba la vista de encima.
Entré y me dirigí hacia la mesa.
-¡Hola!- le saludé efusivamente- ¡Antes de que digas nada, quiero que sepas que lo siento muchísimo por contestarte ayer de esa forma! Pero te he de decir que no hubiese sido una buena compañía ayer… Ya sabes levantarte para potar cada cinco minutos no es muy agradable.
En ese momento despegó la vista del móvil.
-Si estabas en casa… ¿Puedes explicar esto?- me plantó la pantalla de la Blackberry entre ojo y ojo… -¡¡DIOS MÍO!! ¿Cómo podía tener aquella foto?- ¿Qué hacías anoche con este tío?
-¡Ryan… yo…! ¡No es lo que parece!- puse por excusa.
-¡¡ENTONCES QUÉ ES!! ¡¡EXPLÍCAMELO, PORQUE NO LO ENTIENDO!!-un par de señoras se cambiaron de mesa, ante el inesperado y violento que había dado nuestra conversación.
-¡Esto es un error! ¡No es lo que pasó!- estaba tan nerviosa que no sabía que estaba diciendo realmente.
-¡¡No soy idiota, Angelica!!- se levantó dando un puñetazo en la mesa, que hizo que su café se derramara y cayera un poco sobre mi vestido- ¡¡CÓMO CREES QUE ME SENTÍ AL RECIBIR UNA FOTO TUYA LIÁNDOTE CON ESTE TÍO!! ¡¡¿EH?!!
-¡VALE! ¡Te mentí! ¡Pero…!-contesté cabreada, pero inmediatamente me dejó cortada.
-Es suficiente…- dejó 20$ sobre la mesa, apartó la silla de forma violenta y se marchó.

No me había parado a pensar que nuestro encuentro podría acabar peor que el del día anterior. No sé como lo hago, pero siempre me equivoco con lo que decido hacer.
Salí de la cafetería. Aquel brillante y soleado día, se convertía en mi cabeza, en un día nublado y con nubes que amenazaban tormenta. No podía creer lo que había pasado.
Me monté en un taxi, y mientras le decía al taxista hacia donde, recibí un sms.
Era la foto que Ryan me había enseñado en su Blackberry.
Y abajo una dedicatoria:
“Con amor y cariño. Creo que esto es tuyo…Besitos. Mikaela Bessey”

Definitivamente, yo había quedado completamente mal parada, pero lo que ella no se imagina es que la parte de las guerras que más me gusta, es el contraataque.