sábado, 12 de septiembre de 2009

3. Una imagen vale mas que mil palabras..


Me desperté con la cara aplastada en uno de los mullidos cojines, con los que me acosté por la noche.
Recordé lo sucedido la noche anterior, lo cual me pareció haber pasado hace una eternidad.
Mientras me preparaba un ligero desayuno, sonó mi iPhone en mi habitación.
Solté la cafetera, y corrí hacia la mesilla de noche donde se encontraba mi móvil.
-¡Ryan!
-¿Cómo van tus nauseas?- me preguntó él serio, pero no tanto como el día anterior.
-Mis, ¿qué?... ¡Ah, sí, sí!..Bueno…tirando.
-Oye… Tenemos que hablar- me dijo sin variar de tono.
-¡Por supuesto! ¿Dónde nos vemos?- le pregunté.
-¿El Starbucks de la 57, te parece?- propuso él.
-¡Ok! Te veo luego.

Por fin el día comenzaba a sonreírme. Podría resolver la discusión que tuvimos Ryan y yo en el parque. Obviamente, no le comentaría nada de lo sucedido con Nick Adams.
Me puse un vestido de Fendi divino, combinado con unos tacones Louis Vuitton de su nueva temporada.
Estaba impaciente por hacer las paces con Ryan, saltar a sus brazos y darle un beso.
Debía pensar al detalle todas y cada una de las palabras que le diría, con la intención de no acabar mal.
Bajé a la calle y mi taxi paró delante de mí.
-Al Starbucks de la 57, por favor- le indiqué al taxista.

El taxi me dejó en la puerta de la cafetería, y a través del cristal vi a Ryan, quién parecía muy concentrado en su Blackberry, pues no le quitaba la vista de encima.
Entré y me dirigí hacia la mesa.
-¡Hola!- le saludé efusivamente- ¡Antes de que digas nada, quiero que sepas que lo siento muchísimo por contestarte ayer de esa forma! Pero te he de decir que no hubiese sido una buena compañía ayer… Ya sabes levantarte para potar cada cinco minutos no es muy agradable.
En ese momento despegó la vista del móvil.
-Si estabas en casa… ¿Puedes explicar esto?- me plantó la pantalla de la Blackberry entre ojo y ojo… -¡¡DIOS MÍO!! ¿Cómo podía tener aquella foto?- ¿Qué hacías anoche con este tío?
-¡Ryan… yo…! ¡No es lo que parece!- puse por excusa.
-¡¡ENTONCES QUÉ ES!! ¡¡EXPLÍCAMELO, PORQUE NO LO ENTIENDO!!-un par de señoras se cambiaron de mesa, ante el inesperado y violento que había dado nuestra conversación.
-¡Esto es un error! ¡No es lo que pasó!- estaba tan nerviosa que no sabía que estaba diciendo realmente.
-¡¡No soy idiota, Angelica!!- se levantó dando un puñetazo en la mesa, que hizo que su café se derramara y cayera un poco sobre mi vestido- ¡¡CÓMO CREES QUE ME SENTÍ AL RECIBIR UNA FOTO TUYA LIÁNDOTE CON ESTE TÍO!! ¡¡¿EH?!!
-¡VALE! ¡Te mentí! ¡Pero…!-contesté cabreada, pero inmediatamente me dejó cortada.
-Es suficiente…- dejó 20$ sobre la mesa, apartó la silla de forma violenta y se marchó.

No me había parado a pensar que nuestro encuentro podría acabar peor que el del día anterior. No sé como lo hago, pero siempre me equivoco con lo que decido hacer.
Salí de la cafetería. Aquel brillante y soleado día, se convertía en mi cabeza, en un día nublado y con nubes que amenazaban tormenta. No podía creer lo que había pasado.
Me monté en un taxi, y mientras le decía al taxista hacia donde, recibí un sms.
Era la foto que Ryan me había enseñado en su Blackberry.
Y abajo una dedicatoria:
“Con amor y cariño. Creo que esto es tuyo…Besitos. Mikaela Bessey”

Definitivamente, yo había quedado completamente mal parada, pero lo que ella no se imagina es que la parte de las guerras que más me gusta, es el contraataque.

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