sábado, 12 de septiembre de 2009

4.Fiesta en el Upper East Side


El taxi me dejó en la puerta de mi edificio.
Saludé al portero de la forma más natural posible, aunque creo que percibió en mí algo distinto, pues me estrujó con la mirada hasta que entré en el ascensor.
-¡Por fin en casa!- me dije a mí misma.
-¡Eso digo yo! ¡Llevo dos horas esperando que llegases!- Helenna saltó del sofá, y se abalanzó a mis brazos.
-¡¿Qué…qué haces aquí?!- la apretujé aún más.
-¡Angie! ¡No puedo respirar!- me dijo con una mueca graciosa.

No pude evitar reírme ante aquel comentario, y realmente lo necesitaba, después del día que llevaba.
-Voy a preparar café, nos sentamos y me lo cuentas todo-le dije.
-Espera, te ayudo- y me siguió hasta la cocina.

El sol entraba por la ventana de la cocina, y daba un aspecto cálido.
-Pásame la cafetera- le pedí.
-Bueno, ¿qué me cuentas? ¿Cómo está Ryan?- se acercó a mí, y me entregó la cafetera.
Agaché la cabeza, en signo de no querer hablar del tema.
-¿Qué? ¿He dicho algo que te moleste?- se sentó sobre la encimera, y me levantó la cabeza con la mano, de tal forma que mis ojos miraban fijamente a su cara.- Cuenta…
-No… No quiero hablar de eso- dije apartando la vista.
-¡Si no me lo cuentas a mí, ¿entonces a quién?!- protestó.
-Tienes razón…Pero preparemos el café antes- me sonrió e hizo una afirmación con la cabeza.

Nos sentamos en el mullido y confortable sofá del salón, con nuestros respectivos cafés en la mano, y le conté todo sobre el enorme agujero negro que nos separaba a Ryan y a mí. Ese agujero tenía el nombre de Mikaela.
-Realmente me he quedado de hielo, cuando me has contado lo que os ha pasado a Ryan y a ti…Pero, afortunadamente, estás de suerte- la miré con cara extrañada-Verás, esta noche Louis Betta da una fiesta en la azotea de su edificio del Upper East Side, y desde luego la gente vip no faltará… Así que, ¿por qué no llamas a Ryan?... Le invitas, habláis, os dais un abrazo y todo solucionado. ¿No te parece buena idea?

Sinceramente, no tenía mucha fe en el plan trazado por Helenna, pero por algo debía empezar… ¿No?
En cuanto terminamos de tomar nuestros cafés, saltamos a la calle para atracar todas las tiendas de moda de Manhattan. ¿Nuestras armas? Tarjetas de crédito al máximo de carga.

Me compré un vestido magnífico de color negro en una tienda de Marc Jacobs, y después unos tacones de Lanvin, que resaltaban aún más, el espléndido conjunto.
pensé en mi interior.
Mientras Helenna daba saltos y hacia señales inútiles desde la acera para que un taxi parase, yo escribía un sms con destino “Ryan”:
“Louis Betta da una fiesta esta noche en el Upper East Side… ¿Vendrías? Besos”

El mensaje me quedó bastante soso, pero no quería extenderme demasiado, por si cometía algún error.

Helenna llegó sobre las nueve a recogerme en una limusina negra y elegantísima.
-Cortesía del señor Louis Betta- me informó Helenna nada más abrir la puerta del coche- Por cierto… Estás brillante… ¿Qué vas a buscar novio o a recuperar el que tenias antes?

Dos focos de luces iluminaban el rascacielos donde se llevaría a cabo la fiesta.
El portero comprobó nuestros nombres en la lista, y nos permitió pasar.
Por suerte, el edificio contaba con numerosos ascensores. De no ser así, habría habido una cola larguísima.

La azotea tenía una decoración veraniega, a pesar de encontrarnos en medio de la primavera.
-Voy a saludar a un grupo de amigos, ¿vienes?- me preguntó Helenna.
-No, no… Te espero aquí- le contesté.
-¿Seguro?
-Seguro. Mis pies están fijados con cemento- me sonrió.
-No tardo- se escurrió entre la gente, y la perdí de vista.

Me sentía como una rotonda. Todo el mundo estaba circulando a mí alrededor con copas en la mano, y yo plantada allí.
Saqué mi iPhone de la cartera, con el fin de revisar algún nuevo sms. Pero nada. Cero mensajes, cero respuestas de Ryan.
Pasó un camarero con una bandeja cargada de copas, y aproveché para coger una.
Me deslicé como pude entre la gente, hasta llegar a la barandilla.
imaginé en mi cabeza, pues apenas había gente.
Me apoyé, y me dediqué a observar el juego de luces que flotaban por todo Manhattan.
Una fina brisa me acarició, y en cierto modo recordé aquella noche, en que Ryan me llevó a la azotea de su edificio.
De pronto alguien me tocó en el hombro.
-¡Llevo buscándote durante diez minutos!- era Helenna.
-Lo siento… Me estaba agobiando estar entre tanta gente. Me sentía como un pescado enlatado- reímos.
-¡No te muevas de aquí, ¿vale?! Voy al baño- me informó ella.
-¡Vale, vale!- le contesté con una sonrisa.

Volví a quedarme sola.
Al cabo de unos diez minutos, alguien me volvió a tocar en el hombro.
Me di media vuelta, pensando que quién me había tocado el hombro era Helenna u otra persona más importante. Pero no.
-Perdone, ¿le conozco?- le pregunté con una sonrisa. Sus ojos verdes hacían juego con su pelo castaño, y su bonita sonrisa.
-No, o por lo menos eso creo- contestó con otra sonrisa- Pero yo a usted sí… Creo haberla visto en un desfile en Diciembre del año pasado, mmm… ¿Victoria´s Secret?
-¡Sí!- le tendí la mano- Soy Angelica Blumworth.
- James McLahan. Un placer- me estrechó la mano.
Se apoyó sobre la barandilla, junto a mí, y le dio un sorbo a su copa de champán.
-Bonitas vistas- me miró y sonrió- ¿No te parece?
-¡Estoy completamente de acuerdo contigo!
En ese momento Helenna llegó del baño y se sorprendió de verme acompañada, y nunca mejor dicho, acompañada de alguien como el que estaba a mí lado.
-Helenna, James McLahan… James, Helenna Fritz- hice sendas presentaciones y ambos se estrecharon la mano.
-Encantada- dijo Helenna, mirándole con cara atontada.
-Lo mismo digo- respondió James.
-Si me disculpáis, tengo que saludar a unos amigos. Así que…-nos informó Helenna, con la excusa de dejarnos solos de nuevo.
-No importa, puedes marcharte… Estaré bien- le contesté yo.
-¡Y aun estará mejor, porque yo estaré con ella!- añadió él como chiste.
-¡No lo pongo en duda!- le sonrió Helenna. Hizo un gesto de despedida con la mano bastante cursi, y se marchó.

La suave brisa seguía fluyendo por el aire, y daba un aspecto agradable al lugar.
-Oye, ¿te apetecería venir a dar una vuelta conmigo?- me preguntó.
Miré a mí alrededor, por si las moscas, en el último instante, Ryan hubiese cambiado de idea y hubiese venido. Pero definitivamente, no había rastro de él por ningún rincón de la fiesta.
-¿Por qué no?

Cogimos el ascensor que nos bajó desde la planta 40 al hall del edificio.
Paseamos a lo largo de la Segunda Avenida, y nos desviamos hacia Pier 17.
Las luces de las farolas, junto a las luces de los coches que pasaban a gran velocidad, iluminaban aquella noche tan cálida.
Nos sentamos en un banco para charlar y conocernos un poco. Lo cierto es que me cayó realmente bien.
Nuestra conversación estaba plagada de chistes y carcajadas sin parar. Entre esto, él me dio su número de teléfono, por si algún día estaba libre, llamarle.
Serían las 2:00 de la madrugada cuando decidimos regresar a casa.
Conseguimos hacer parar un taxi, después de estar haciendo señales durante diez minutos.
Llegamos frente a mi edificio.
Bajé del taxi, después de haberme despedido de James, con un ridículo apretón de manos.
-¿Puede esperar un momento?- escuché a James decirle al taxista.
-¡Oiga! ¡No tengo toda la noche!- se quejó el conductor.
-¡Cinco minutos!
-¡Está bien!- accedió- ¡Pero el taxímetro seguirá subiendo!

James saltó del taxi, y me detuvo antes de entrar en el portal.
-¡Angelica!- me agarró de los brazos, me acercó a él, de forma que su costado chocaba con el mío, y me besó- ¡Lo sie…siento…mucho! ¡Ha sido un…impulso, y…!
No dejé que terminase la frase, pues me volví a acercar a él, y le besé.

Fue un impulso, al que no pude renunciar. Pero ahora que no estaba enganchada a nadie, ¿quién me lo prohibía?

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