jueves, 13 de agosto de 2009

1.Nick Adams

¡Bienvenidos de nuevo a la Gran Manzana!

Es primavera en la ciudad de las luces, y en el aire se huele el buen tiempo.
Tras pasar un par de semanas de descanso con mis padres en su casa de Londres, pensé que era hora de volver.
Desde mi apartamento, observaba de nuevo, el continuo barullo que recorría las calles de la ciudad.
Me preparé un café bien cargado, como ya sabéis que me gusta.
La noche anterior, había salido a cenar con Ryan. Como podéis imaginaros, estaba agotada.
Pero en fin, mi vida debía continuar 
Me puse un vestido de color beige de Lanvin, con los tacones a juego de Dior.
Entre las calles se movía una suave brisa caliente, pero no pegajosa.
Esta mañana había recibido una llamada de Ryan, por lo que llevaba bastante prisa. Anoche no tuve suficiente tiempo para contarle todo lo que me ha pasado en Londres.

“Madison Avenue” estaba completamente saturada. Entre el gentío, me movía con velocidad, por lo que fue inevitable algún que otro codazo.
Estaba a punto de girar una esquina que enlazaba con la Quinta Avenida, cuando alguien chocó contra mí. Parecía no ser la única con prisa.

-¡Lo siento!- se disculpó él, mientras se agachaba a recoger mi bolso, pues se me había caído.
-¡No pasa nada! He sido yo. Tengo un poco de prisa- me disculpé con una sonrisa, aunque creo que no la vio porque seguía agachado.
-¡No, no, he sido yo!- insistió con otra sonrisa.

En ese momento, al levantarse para darme el bolso, percibí que examinaba cada una de mis facciones, como si me conociese de algo. Pero, lo cierto es que él también me resultaba familiar. En ese momento, me vino a la cabeza esa cara que yo conocía a la perfección.

-¡¿Nick?!¡¿Nick Adams?!-pregunté con curiosidad.
-Sí, así me llamo o eso creo-sonrió, al tiempo que estaría pensando de que le conocía.- Espera, espera… ¿Angelica Blumwort?
-¡¡Sí!!-salté hacia él para darle un abrazo. Supongo que fue un acto reflejo, causado por la emoción-¡Dios mío, cuanto has cambiado!
-¡Si, bueno, un par de operaciones siempre ayuda!- bromeó.
-¡Que coincidencia!¡Nos conocemos en Londres y nos encontramos en una de las ciudades más caóticas del mundo!- soltó una carcajada, y yo le acompañé.-¿Y qué haces por aquí?
-Mi padre, y no pienses que es enchufe- sonrió. Tenia una sonrisa realmente bonita.- tiene un bufete de abogados aquí, y desde Navidades trabajo aquí… ¿Y que es de ti?

En ese mismo instante, alguien me dio un toque al móvil. Era Ryan. Ya habría llegado.

-Oye, tengo que irme.- busqué en mi bolso- Toma. Es mi número. Llámame cuando tengas tiempo ¿vale?
-¡No dudes que lo haré!- me aseguró con una de sus sonrisas.

Nos despedimos, y comencé a andar. Apenas me había separado cinco metros de él, cuando recibía una llamada.
Era un número que no conocía.
-¿Diga?
-¿Qué te parece el restaurante “Daniel” a las diez?- era Nick, quien reía al otro lado del auricular.
Colgué el teléfono, me giré y le hice un gesto con la mano de: OK.

Tras el inesperado encuentro con Nick Adams, me dirigí hacia la cafetería en la que había quedado con Ryan. Él, como siempre, había llegado puntual.

-Siento el retraso-él estaba sentado. Tomé asiento y le besé.- Me he encontrado con un viejo amigo… Lo que hace el colegio.
-No te preocupes. Acabo de llegar.- parecía bastante serio.
-Esto… ¿Has pedido ya?- le pregunté para cambiar de tema.
-No, todavía no.
-¿Te pasa algo? No sé te veo muy serio- le pregunté.
-No, no es nada, cosas de trabajo. No te preocupes.

Pensé que no era el mejor momento para decirle que había quedado por la noche con una persona que hace muchos años atrás, estuvo liado conmigo. Quería evitar una escenita de celos.
Ya se me ocurriría algo.
El tentempié transcurrió sin ninguna novedad.
Fuimos a dar un paseo a Central Park, y a la hora del almuerzo, nos comimos un perrito, en uno de los puestos del parque.
Se hacia tarde, y debía marcharme a casa para arreglarme.
Pero no sabía que excusa ponerle a Ryan, para decirle que me tenía que marchar.

-Oye…Tengo que marcharme- tenía que pensar algo para excusarme.
-¿Por qué? ¿Te pasa algo?- se arrimó hacia mí y me envolvió entre sus brazos. Realmente, no me gustaba mentirle.
-Esto…Sí, me pasa algo...¡¡El perrito!!-fue lo primero que me vino a la cabeza.- ¡Sí, el perrito…me ha sentado mal! Tengo fatiga.

Esa excusa fue poco convincente. Sin embargo, pareció surtir efecto.
-Te acompañaré a casa- decidió.
-¡No, no, no, no!-insistí.- Me voy a ir directamente a la cama, así que no quiero aburrirte.
-¡Sabes perfectamente que no me importa! Vamos, pediré un taxi- me agarró del brazo para incorporarme.
-¡Ryan he dicho que no!- tuve que insistir de forma brusca para evitarle.
Me miró confuso como queriendo decir: ¿Qué narices te pasa?
-¡Vale!...¡Vale!- hizo un gesto, y se apartó de mí-¡Te dejo en paz!
Empezó a andar alejándose de mí.
-¡¡Lo siento, vale!! Solo estoy un poco nerviosa.
Se giró hacia mí. Por un momento pensé que vendría a darme un abrazo, pero no.
-Llámame cuando te sientas bien para hablar-dijo con seriedad. Se metió las manos en los bolsillos, y se marchó.

Os estaréis preguntando que está pasando con nuestra relación. Sinceramente, yo tampoco lo sé.

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